11 de noviembre de 2010

Un Hombre Grande

Tú, Antonio, el menos público de los hombres, con la elocuencia viril de tu silencio, has llegado a esos lugares donde habitan Epicteto, el emperador Marco Aurelio o Su Santidad El Dalai Lama.

Solo tú puedes describir en bellas palabras ese país que habitas:

"Y qué más valioso puedo pedir, apreciado Fernando, que la certeza de la presencia espiritual de mis mejores amigos?

Estos días de incertidumbre, pero también de calma reflexiva, me han ayudado a poner en perspectiva muchas cosas. Partiendo de la aceptación tranquila de mi actual estado de salud, estoy abierto a cualquier eventualidad: si alcanzo el alivio, o al menos el manejo razonable de mi enfermedad, gracias sean dadas a los cielos; si estuviera abocado al proceso irreversible de mi propia muerte, en tiempo más bien cercano, trataré de esperar el momento en cierto estado de lucidez, de serenidad y con cierto sentido del decoro personal, quiero decir, sin melodramas ni alharacas innecesarias.

Me parece, querido Fernando, que la cuestión de fondo no es otra que, como dice Eckhart Tolle, el secreto del asunto consiste en "Aprender a morir antes de morir", o lo que es lo mismo, aprender a vivir bien como requisito para morir mejor".

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